LAS FUENTES PERDIDAS, DE JOSE ANTONIO COTRINA.

Suelo leer por las noches, en la cama, con mi lámpara jansjö de Ikea alumbrando el libro. Cuando veo que me empiezan a bailar las letras, apago la luz y me voy dormir. Las fuentes perdidas ha sido un libro que, por cosas de la vida, he leído en su mayoría de noche. Varias veces he tenido pesadillas provocadas sin duda por el ingenio narrativo de Cotrina. Y no porque la novela me diera miedo. No. En ningún momento esta novela me ha provocado miedo como tal, ni ganas de mirar debajo de la cama, ni de cerrar la puerta con llave. No me he echado a temblar ni he sentido la necesidad de taparme los ojos. Pero había ciertas imágenes, ciertas escenas descritas con la maestría de Cotrina, que se me han quedado en la cabeza y que no creo que sea capaz de olvidar nunca. Podría ponerte ejemplos, pero creo que sería inútil y solo estaría destripando el libro en vano.

Creo que ese es un buen resumen de lo que me ha parecido el libro, pero tampoco he venido aquí a contaros simplemente que he tenido pesadillas, ¿no?

Las fuentes perdidas cuenta la historia de Délano Gris, un aventurero mercenario con pocos principios y una historia que olvidar, al que un buen día le ofrecen ir en busca de las misteriosas fuentes perdidas. Acompañará a un grupo de pintorescos personajes, entre los cuales incluirá alguna de las cosas que Délano más teme, para buscar las fuentes, adentrándose en un viaje quién sabe si con retorno hacia sus más profundos miedos.

La novela, de fantasía urbana, sucede a caballo entre nuestro mundo y el mundo de Cotrina. El autor construye un universo desordenado, ambiguo, que no terminas de comprender del todo ni tú ni sus propios habitantes. No tiene un mapa definido, ni una cronología, ni un soberano. No tiene clima, ni lenguaje, ni se entiende del todo cuales son sus leyes. Solo entiendes que es un mundo despiadado, cruel, en el que más vale estar espabilado sino quieres acabar con un miembro menos en el cuerpo. Esta aleatoriedad, este desorden, es parte de su encanto. Tiene cierto toque oscuro y misterioso que seduce y encanta, donde vemos reflejados nuestros miedos y nos enfrentamos a ellos sin salir de la cama.
El mismo Cotrina define muy bien este universo en la nota al final de la novela.

Ese universo entre líneas se convirtió en mi cajón de sastre particular, un lugar en el que ir guardando mis obsesiones, mis miedos y mis monstruos, tanto los que me asustan como los que me seducen. Un lugar donde distorsionar la realidad y analizarla o, simplemente, donde dedicarme sin más a ese delirio plácido que es crear mundos.

Cotrina te mete de lleno en la historia de manera magistral. Desde el primer momento, el autor te presenta, en distintas escenas, sin que el lector comprenda muy bien, lo que él llama el elenco de personajes. Un par de hombres montados en caballos pútridos, un nigromante leyendo un libro, un hombre de piedra y otro llorando sobre un ataúd. Anticipa que más de un personaje va a estar inmiscuido en esta historia. Que esto no es, ni mucho menos, historia de un solo hombre.
Después, Délano Gris, el protagonista, sin duda el plato fuerte del libro conjuntamente con la narrativa y el universo. Un personaje de contrastes, ambiguo, cobarde pero temerario, canalla pero capaz de sacrificarse. Con una historia que arrastra detrás, que le condiciona y que no puede olvidar; con un objetivo tanto a corto como a largo plazo, y con un miedo arraigado en su personalidad que le sobrepasa, pero que le convierte en humano. Cumple todo lo necesario para ser un buen personaje. Délano es un desgraciado, y nos encanta.

El estrafalario grupo que acompaña al protagonista no se queda atrás, entre los que destaca un nigromante con una máscara de teatro y un oso de peluche que está siendo constantemente acuchillado, entre otros. Délano encaja muy bien en este variopinto y casi esperpéntico grupo de personajes.

— No te lo tomes a mal, pero cada vez estoy más convencido de que estáis todos locos.
— Claro que lo estamos. Nos jugamos la vida persiguiendo sueños, hay que estar loco para hacerlo. ¿Pero qué me dices tú, Délano? Caminas junto a asesinos y monstruos, condenados y embaucadores, y hasta hablas con un oso de peluche. ¿En qué te convierte eso a ti?
— Eres un impertinente, ¿te lo habían dicho alguna vez?

Desde luego el lector, para ese punto de la novela, ya conoce la respuesta a esa pregunta.

La historia arranca despacio, de forma un poco confusa incluso, pero el conflicto no se hace esperar. Para el final del primer capítulo más de un enigma se nos ha planteado ya, y con un personaje como Délano, el lector no puede sino dejar que la narrativa haga su magia. A las 100 páginas uno ya está irremediablemente engachado.

La narrativa de Cotrina, como ya he dicho, es una maravilla. Sin más. A través de una prosa magistral, de las que llevan años cociéndose en la práctica, el autor describe escenas, paisajes y sueños con perfecta precisión. Crea imágenes que no puedes olvidar, aunque quieras. Construye un ambiente sólido, a veces real y a veces onírico, otras opresivo y otras terrorífico. Algunas escenas me recordaron a ese poema de Baudelaire tan famoso sobre el cadáver. Las fuentes perdidas está escrito por un genio de la literatura fantástica, que o bien se le ha regalado un don para escribir, o bien tiene muchas horas a su espalda (o tal vez ambas).

fuentes perdidas cotrina
Portada de 2003 de Las fuentes perdidas,
Muestra a un Délano Gris ignorante de la que se le viene encima

La novela, inicialmente publicada en 2003, ha sido reeditado con el sello de Alianza este año. Incluye además una historia corta ambientada en el mismo mundo, con alguno de sus personajes como protagonista. El complemento perfecto para una obra así. Sin duda, el mejor momento para comprarse esta joya de la literatura de género patria.

Información sobre el libro.
Autor: José Antonio Cotrina.
Editorial: Alianza.
Nº de páginas: 537
Año de publicación: 2003. Reeditado en 2017.

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